Rafael Santos, periodista y escritor.
Al iniciar la lectura de un libro como este, “Privacidad es Poder: Datos, Vigilancia y Libertad en la era Digital”, uno termina identificándose con su autora, Carissa Véliz, el cual, dentro del mismo inicia coqueteando con el lector de una manera hasta abusiva si se quiere, todo esto, con el fin de atrapar al lector y así transmitir el mensaje que se desea.
Poco a poco el lector se adentra a ese universo tentador, el cual, quiérase o no, termina envolviéndonos dentro de una densa gama de conocimientos, hasta que ya no hay escapatoria, para continuar deslizándonos hasta el mismo fondo de las aguas del discernimiento de este gran libro de 299 páginas.
El mismo, es un texto al que de manera vehemente recomendamos a todos los niveles, mucho más a los grupos empresariales y a los diversos sectores de la política, sobre todo estos últimos, ya que es la misma política, la materia primaria dentro de nuestra cotidianidad.
Es a través de esta noble ciencia por donde la humanidad ha encontrado su mayor base de sustentación para su progreso, y la que además, se ha constituido en la piedra angular del desarrollo de la humanidad, cuyos primeros pasos se encuentran desde la instauración del hombre sobre la tierra, pero que tuvo su mayor esplendor a través de los griegos cuando en las llamadas politeia, estos buscaban zanjar sus diferencias de manera dialogante.
Sin embargo, y retomando el hilo conductor por la que debemos hilvanar cada una de las ideas que deja tras de sí esta importante obra, es preciso destacar lo que casi al inicio del citado libro nos señala la destacada intelectual, al referirnos, que “Al coger el teléfono a primera hora de la mañana, estás informando a toda una serie de entrometidos – el fabricante de tu móvil, todas las instalaciones que tienes instaladas en él, tu compañía de teléfono así como las agencias de inteligencia, si resulta ser una persona de interés”, página 17.
Pero otra cosa mucho más alarmante aún, es lo reseñado ahí mismo, en la página 17 por la escritora, cuando nos precisa que “Si llevas puesto un reloj inteligente en la muñeca, habrá perdido algo de tu privacidad, incluso antes de despertarte, pues este habrá registrado todos tus movimientos en la cama (incluida, desde luego, cualquier actividad sexual)”.
Mucho más grave aún, y estos debemos registrarlo en nuestro subconsciente, y es que además, “Es probable que tu televisor también esté recopilando información mediante una tecnología llamada “Reconocimiento Automático de Contenido (ARC, por sus siglas en inglés), que trata de identificar todo lo que ves por la televisión y envía los datos al fabricante del aparato, a terceros o a ambos” página 19.
Y ahí mismo, como colofón a estas serias afirmaciones de parte de Carissa Véliz, nos remacha diciendo, que “Unos investigadores descubrieron que un televisor de la casa Samsung se había conectado a más de setecientas direcciones de internet después de solo quince minutos”, algo verdaderamente espantoso para aquellos que piensan que el mundo todavía no ha llegado a la categoría de “Aldea Global” como lo había dicho ya hace varios años el canadiense Marshall McLuhan.
“Se te ha hecho tarde para llegar al trabajo. Subes a tu coche y lo conduces hasta la oficina. Es un vehículo que compraste de segunda mano a una conocida. Probablemente no se te haya pasado nunca por la cabeza, pero resulta que esa persona tiene acceso a tus datos porque nunca desconectó su teléfono de la aplicación del automóvil” página 21.
“Además, – continúa dentro del mismo párrafo – el fabricante del vehículo recopila toda clase de datos sobre ti – los lugares que visitas, la velocidad a la que circulas, tus gustos musicales, tus movimientos oculares, si llevas las manos al volante o no, y hasta tu peso (medido por tu asiento)- datos que pueden, todos ellos, terminar en manos de tu compañía aseguradora, entre otros terceros” página 19.
En este caso, es esta una de las redes sociales más usadas por los cibernautas, y la que según lo explicado por la autora, “Facebook ha vulnerado nuestros derechos a la privacidad tantas veces que nos llevaría (dice la autora), otro libro entero” página 24.
Sin embargo, la autora nos asegura, que “Todo lo que hace mientras está conectada (o conectado) a Facebook se rastrea, desde tus movimientos con el ratón hasta aquello que escribes y luego decides borrar antes de publicarlo (autocensura)” página 24, en donde se nos recomienda, no entrometernos mucho dentro de las amplias avenidas que se recorren en esta red, no vaya a ser que la misma red nos conecte con personas que a lo mejor no nos quisiéramos “encontrar”.
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La Ciencia está tan súper desarrollada en materia de ciberseguridad o ciber-vigilancia, que “La tecnología ha desafiado los límites de la privacidad”.
Continúa Carissa Véliz exponiendo, que “Primero fue la fotografía, ahora es internet” – y prosigue explicando que – “Te entra un escalofrío al acordarte de haber leído que Nike ha empezado a vender sus primeras zapatillas inteligentes. Si los investigadores logran desarrollar el llamado polvo inteligente – unos sensores ubicuos que no precisan de pilas y son bastante diminutos como para resultar casi invisible – la protección de la privacidad podría ser casi una misión imposible”, página 36-37.
Para muchos de los que se han interesado por el tema de la vigilancia a través de las redes sociales, el mismo es una seria preocupación, ya que es través de esta, por donde el ser humano además de perder su privacidad, la persona al sentirse vigilada por un enemigo podríamos decir hasta invisible, se llena de ansiedad, lo que tiende a repercutir hasta en el estado de ánimo y con esto, llegar a dañar sus relaciones con los demás seres humanos que le rodea, incluyendo sus familiares.
“Para algunos, abrir los ojos a esta vigilancia característica de la era digital fue como si nos hubiéramos acostado una noche y nos hubiéramos encontrado con un mundo completamente distinto a la mañana siguiente; un mundo desolador, al menos en cuanto a nuestra privacidad y a nuestra autonomía con respecto a los objetos que nos rodean”, página 39.
Ahora bien, y según dicen nuestros antepasados, todo en la vida tiene un por qué, y ese por qué, se justifica en el párrafo siguiente, cuando Carissa Véliz asegura, que para que la humanidad haya llegado a estas circunstancias, han confluido tres grandes factores, que ella enumera de la manera siguiente: “la alta rentabilidad que se podía obtener de los datos personales resultantes de nuestras vidas digitales, los atentados terroristas del 11 de septiembre del 2001, y la errónea creencia de que la privacidad es un valor obsoleto”, página 39.
Pero, en este caso y de acuerdo a lo reseñado en el interesante libro que analizamos, la llamada “sociedad de la vigilancia” nació de la colaboración entre instituciones privadas y públicas. El estado (refiriéndose a las llamadas potencias mundiales o países del primer mundo que primero desarrollaron sus diversas plataformas o tecnologías), permitió que la recopilación de datos realizada por empresas privadas prosperase para (luego) poder hacerse una copia de la información”, página 52.
Continúa la cita “Los gobiernos permitieron que la economía de datos creciera descontroladas porque esta demostró ser una buena fuente para ellos”, página 52.
Finalmente, y en espera de continuar en otra oportunidad el análisis de este gran libro, pero tocarlo desde el punto de vista de lo que significa el Poder y la Privacidad, debo resaltar lo establecido en la página 56, en donde se precisa, que “Aun así, la recolección de datos está intoxicando nuestras vidas, nuestras instituciones y nuestras sociedades. La única diferencia, es que sus consecuencias tardan un tiempo en desdoblarse. Los datos personales son tóxicos, pero su veneno es lento”.