Danilo Arzeno
Patria mía, clavada en mi corazón como una espada, siempre vas conmigo. Te han hecho tanto daño que no encuentro la medicina pertinente para curar tus heridas. Tus árboles, tus ríos y tus montañas han sido agredidas salvajemente por lobos hambrientos; geófagos miserables, cuya patria se llama dinero, y por dinero te están asesinando.
Ya no cantan en las arboledas de mi pueblo los ruiseñores; ni los cuervos pronostican lluvias generosas para curar los desgarramientos de la tierra calcinada; ni la luna baja al arroyo para beber en sus aguas cristalinas; y las estrellas, temerosas por tanta perversidad, huyeron de la tierra y se ocultaron detrás del sol.
Patria mía, me duelen tus alaridos y súplicas pidiendo protección, pero los geófagos, despiadados criminales, no te escucharán, y cuando mueras, te sepultarán en un pequeño erial con la siguiente inscripción «aquí descansa una señora fastidiosa que en vida se llamó tierra».
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