José Miguel Gómez
La crisis o ausencia del pensamiento crítico no es exclusivo de nuestro país; la crisis es generalizada, la tecnología y las redes sociales, la automatización, la economía de mercado, la búsqueda de la gratificación inmediata ha alejado de la cultura a jóvenes y adultos.
En las sociedades donde no se estimula la lectura, no se hace comprensible el lenguaje, se va atrofiando la capacidad para contextualizar, razonar, entender o comprender lo que influye o cambia los valores, los principios, la ética y las normas de una sociedad.
El conocimiento y la educación, producen cambios en las personas y generan riqueza, pero también lo que transforma la vida para comprenderse a si mismo y entenderse con la sociedad y las demás personas.
La cultura es lo que fortalece el espíritu, dimensiona y hace transcendente al ser humano. Una sociedad acultural, va muriendo, se empobrece y se auto destruye o se enferma de múltiples maneras; sin que llegue a comprender su enfermedad, su pobreza y su patología social.
Desde la escuela estoica al posmodernismo, se ha analizado el pensamiento para contextualizar ideas, propuestas y juicio crítico, para buscar el porqué del existir y los para qué existir.
Los sabios se apartaban, tomaban distancias del gregarismo para reflexionar en silencio y producir el pensamiento, las ideas y ponerle nombre y apellido a las limitaciones sociales y humanas. Sin embargo, la sociedad actual busca entretenerse para no pensar, escapar y refugiarse en lo que le conquista sus pasiones: internet, Facebook, Messenger, WhatsApp, televisión, cine, serie, etc.
Los jóvenes buscan en “el rincón del vago” y de allí bajan un resumen para no leer un libro. Los universitarios no contextualizan un tema de su propia prioridad, como el desempleo, cambio climático, problemas psico sociales, finanzas personales, enfocarse en los propósitos de vida y en las dificultades de la socio política que les afecta.
Esa crisis del pensamiento nos lleva a no comprender el hedonismo, el relativismo ético, la posverdad, el pragmatismo, el neofilisismo social, y el algoritmo que mide la tendencia de las necesidades, los refugios y los nuevos comportamientos consumistas.
El impacto de la falta de pensamiento crítico conlleva al conservadurismo, el adormecimiento y la distracción social; mientras los jóvenes se deprimen, se drogan, se suicidan, los adultos mayores dejan su dinero en los casinos, o las personas usan el dinero del retiro para agrandar el busto, los glúteos, o viajar en cruceros o Dubái.
El análisis es posible si aprendemos a pensar, si academias, universidades, medios de comunicación, juegan su rol.
La educación en nuestro país es pobre, el nivel de lectura de libros en un año es de menos del 0.5 % en la población adulta.
Si continuamos empobreciendo al cerebro, al pensamiento y al lenguaje, vamos a reproducir una sociedad de analfabetos funcionales, de personas ágrafas, rígidas y en dificultades para resolver problemas simples. Es de ahí el aumento de la violencia social, la falta de madurez ciudadana, falta de compromiso de la sociedad civil, de movilidad social, o la repetición de los mismos patrones y comportamientos del siglo XIX y XX.
Hay que ocuparse de la cultura, del pensamiento y de la socialización del juicio crítico social, si queremos desarrollar ciudadanos.