Ramiro Francisco
A mis nietos Emma y Enzo
No pienso profundizar ni explicar nada. Sencillamente, porque no lo sé. Dejo al lector lo haga en la medida como le permitan sus niveles de conocimiento y comprensión de estos temas por demás “complejos, diabólicos, infernales y misteriosos.
En el libro que sustenta la fe o creencias de una buena parte de la humanidad, se encuentran dos historias de animales que hablan con el ser humano.
Uno de esos animales, es la serpiente, conforme relata el autor del Génesis. El otro de los animales hablantes, es una burra. Esa historia se relata en el libro de Números.
En ambos casos, con cientos de años de distancias, los seres humanos involucrados, no sienten temor alguno, ni extrañeza, ni escapan del lugar atemorizados.
Sostienen un diálogo. ¡Escuchan y son escuchados!
Con el devenir del tiempo, son muchos los autores de cuentos y novelas, en los que algunos animales sostienen conversaciones con humanos. Por supuesto _entendemos nosotros_ tal vez, como una forma de adornar sus escritos como rosas en un jardín.
¿Habló alguna vez Rocinante, con el Ingenioso Hidalgo, o solo platicaba de cuando en vez con Rucio, el burro de Sancho?
En la obra Platero y Yo, de Juan Ramón Jiménez, Platero es el nombre de un hermoso burrito adoptado por un niño. ¿Se comunicaban ellos?
En El Principito, de Antoine de Saint-Exupery, ¿El Zorro sostenía diálogos con con quien lo adoptó?
Alicia en el País de las Maravillas, del inglés Lewis Carroll. Una joya para niños y adultos amantes de la lectura, El Conejo Blanco, es el Guía de Alicia, en ese mundo de fantasía.
El perro al que llamaré Capitán, por haberlo conocido entre arenas y olas y mar azul. Quiso y logró, decirme algo.
Al hacer pública la foto, no son pocas las personas que de diferentes vías y maneras inquieren, qué fue lo dicho por Capitán. Pueden estar seguros, que no se trató de loterías, apresamientos, elecciones ni candidaturas.
Solo a Emma mi nieta se lo dije ayer mismo. Enma, es amante de los animales allá en Argentina. Tiene una perra a quien llama Taína, y una conejita regalo de sus abuelos paternos Ana y Renato, a la que puso el nombre de Luna.
Si, los animales no tan solo esos que llamamos loros, cotorras o pericos, tienen sus lenguajes para comunicarse con los humanos. Basta que le dediquemos un poco más de tiempo y atenciones.