Ramiro Francisco
Honor a aquellos olvidados. Héroes sin nombres, mártires sin honras. Muchos de ellos, tuvieron que comer burros, desconozco si guisados o asados, para poder subsistir, tener fuerzas y seguir peleando hasta vencer a los haitianos, un día como hoy de 1844, en la decisiva Batalla del 30 de marzo en Santiago.
Honor, a esos hombres sin letras, sin medallas y sin diplomas. Quizás, con la sola experiencia de siembra y cosecha de yuca, plátanos, batatas y auyama.
Hombres valientes esos brutos, descalzos y raídas sus ropas, quienes al escuchar el llamado de la naciente Patria, no titubearon y se despidieron de sus padres, mujeres e hijos, para –muchos de ellos- sin experiencia militar alguna, para abrazar un rifle, escopeta, garrote, machete o puñal y ofrecer resistencia al enemigo.
Solo nos hacen recordar los nombres de los generales, coroneles y capitanes, así como uno que otros encargados de los cañones, en la misma línea de fuego.
Aquellos que muchos de nuestros historiadores han podido rastrear sus nombres y sacarlos del olvido.
Este día, en el que han pasado 179 años de esa legendaria batalla, me inclino reverente y honramos la memoria de esos sin nombres. Hombres y mujeres, cuyos nombres nunca saldrán –tal vez – a la luz pública, aunque no pierdo las esperanzas de que ocurra alguna vez.