Aprovecho este mes de abril, que no es un mes cualquiera, para hacer algunas reflexiones en torno al presente y el futuro de la profesión de periodista, los profesionales que la ejercen y quienes piensan estudiarla.
Los planteamientos que haremos serán crudos, desalentadores y drásticos, dado el hecho de que aquí históricamente el tema del ejercicio periodístico y la usurpación se ha venido tratando con altos niveles de hipocresía y cobardía de parte de aquellos que tienen la responsabilidad de detener este derrotero en que nos encontramos.
Periodistas, periodistas de verdad, los que se han quemado las pestañas estudiando en una universidad para formarse como Dios manda y como requieren los nuevos tiempos, ha llegado el momento de decir las cosas sin acomodamientos ni medias tintas, aunque nos duela. Es duro decirlo, pero es verdad, en la República Dominicana en la actual coyuntura de desarrollo tecnológico y masificación del uso de las redes sociales, el poco respeto e importancia que se le otorgaba al periodista profesional ha ido disminuyendo cada día de manera grosera.
Aquí cualquiera ya ofrece una primicia, publica una información, fotografía o video, desde sus teléfonos celulares, y es consumida y validada por el público de esas audiencias de manera normal, sin importarles si cumple o no con los rigores de la técnica periodística y ética. Y uno se pregunta ¿para qué estudiar?.
¿Para qué mantener abiertas las escuelas de comunicación de las distintas universidades preparando a los periodistas del futuro si ya los intrusos, usurpadores, chantajistas, twitteros, pagineros, YouTube, y otras plagas desde la web que amenazan su futuro?.
En honor a la verdad, los que estamos ejerciendo el periodismo y los que aspiran y sueñan entrar a ejercerlo en este contexto de posmodernidad, desarrollo del conocimiento e inteligencia artificial, sólo nos quedan dos caminos: pelear o terminar de morir a manos de la maldita usurpación periodística y sus soportes ideológicos. No hay otro camino.