Telésforo Isaac
La vida de toda persona puede y debe ser modelada para concordar con las virtudes morales y cardinales. Se requieren condiciones que muestren las particularidades de espiritualidad, santidad, integridad, benevolencia, racionalidad, consagración, solidaridad, testimonio de fidelidad y voluntad propia; entre otras características. Todas estas cualidades están basadas en la fe, la esperanza y el amor, condiciones que armonizan y se proyectan, durante la existencia de los seres vivientes en el mundo.
Espiritualidad, es la cualidad que proyecta la vida de una persona por sentir afecto hacia Dios, la presencia del Espíritu Santo y el ejemplo dignificante de Jesucristo, de “amar al prójimo como a uno mismo”.
Santidad, es el atributo de lo sagrado; es la condición que caracteriza a la persona por su forma de pensar, expresarse y actuar, dando ejemplos formales de patrones de ética y valores morales. Es un estilo de vida que revela una cualidad de bienaventuranza, y una modalidad especial, por mantener armonía con Dios y con el mundo que nos rodea.
Integridad, es la práctica de ser una persona honesta, respetuosa, y vivir de acuerdo con los valores y normativas de los seres humanos con pulcritud y condescendencia.
Sinceridad, implica el respeto por la verdad; es el valioso tipo de integridad personal, y debe ser natural de la creencia apropiada, de una voluntad propia, y, llevada a cabo con obediencia, disciplina y consagración.
Benevolencia, es el conjunto de actitudes que nos hacen sentir la generosidad que, con afección piadosa y caritativa, se desarrolla al interactuar con las personas.
Racionalidad, es el buen uso de la virtud de pensar, planificar y actuar con reflexiva lógica.
Consagración, es la entrega voluntaria y permanente, dedicada a los compromisos en el desempeño de las ordenanzas religiosas.
Solidaridad, es brindar adhesión o apoyo incondicional a una causa, persona o comunidad.
Fidelidad, es la constancia de la lealtad y firmeza en las relaciones y el cumplimiento de los compromisos convenidos.
Este artículo tiene la intención de servir de pauta leccionaria, ofreciendo rayos de claridad, para la vida de una persona fiel, consagrada, y actuante de manera voluntaria y decidida.
La lectura de las Santas Escrituras y otros tratados de ética moral y ciencias sociales, alimentan el conocimiento de la conducta humana, y mejoran el ambiente en que se vive y se sirve; esto es así, para estimular la concepción de la gracia de Dios, la santificación del Espíritu Santo, y la gratificante realidad de los favores que son dados a los seguidores de Jesús, y a los hombres y mujeres de vidas virtuosas.
Como seres vivientes en una sociedad en continua distracción, tentaciones y modelos multifacéticos, se necesitan imágenes que evidencien ejemplos de rectitud, benevolencia, hermandad, virtudes de ética moral y reflejo de la luz que destella la pasión de Jesús Nazareno, el Cristo, y los prototipos de hombres y mujeres de vida, santidad, entrega a Dios y amantes de su prójimo.
Se recomiendan estas pautas para propiciar la sensibilidad humana a creer con firmeza, ser humilde, sincero, solidario con los más desvalidos, y hacer actos de bienestar que conduzcan a reverenciar a Dios, al amor del prójimo, y mantener la rectitud de la vida personal. Se debe conservar una conducta digna en la forma de pensar y proceder. Este conjunto de ejemplos puede servir para incentivar la condición de sosiego en la mente, templar el corazón, y elevar el alma. Hay que mantenerse en el esquema de Jesús, quien es el camino, la verdad, y la vida; se invocará al Espíritu Santo para que su unción sea bálsamo que auspicie la condición mística.