Desde el inicio de la humanidad ha existido la lucha por el posicionamiento en los puestos de dirección en las organizaciones que han conformado y conforman las sociedades de cada época e incluso, algunos actores se hicieron llamar «Dioses», olvidaron y continúan olvidando, que eso que llamamos «Poder» en la tierra es pasajero.
Esa idea y costumbre se ha transmitido de generación en generación hasta llegar a nuestros días donde se ha hecho cultura en todos los ámbitos pensar, que tener una posición de dirección en los sectores Público, Privado o de la Sociedad Civil nos coloca por encima de nuestros semejantes, craso error.
Esta cultura ha dado paso a muchos personajes que cuál «Juanito Alimaña» «siempre se alinean con el que está arriba», «cometen todo tipo de atropellos y nunca nadie ha visto nada»; típica actitud de complicidad, lambonismo o de irresponsabilidad ciudadana.
Por eso hemos visto y vemos a familiares de «empresarios», de políticos de todos los tiempos, entre otros, que han cometido y cometen todo tipo de atrocidades apoyados en el tráfico de influencia, logrando manipular desde: evasiones de impuestos, compras y contrataciones del Estado; bandas que han fungido como lobistas, intermediarios para hacer posible que quienes han brindado servicios o han suplido algún tipo de bien a las instituciones del Estado, puedan cobrar sus honorarios y/o facturas.
Hemos tenido diputados ligados a la trata de personas y al narcotráfico, Ex-Procurador General de la República y ex-funcionarios del más alto nivel así como familiares muy próximos a un Ex-presidente acusados de asociación de malhechores.
A eso debemos sumar la irresponsabilidad del liderazgo político al designar en la Administración de Justicia a personas de su más cercano entorno para garantizar impunidad al momento de salir a la luz pública, los escándalos antes mencionados.
Bueno es resaltar que en un sistema como el nuestro bajo el régimen de la Democracia Representativa, corresponde al pueblo aterrizar y cobrar en las urnas a los que les han representado, los representan y a los que ya estuvieron e intentan regresar.
En este proceso tan delicado e importante para nuestra sociedad corresponde a los jóvenes que aún nos quedan con racionalidad, asumir el papel protagónico que este momento exige para ir limpiando la mugre que hace mucho tiempo desde la administración ha arropado los diferentes estamentos e instituciones en nuestro país.
Muchos decimos que hay que Legislar para enfrentar el desorden social que ha crecido vertiginosamente en República Dominicana pero, en realidad lo que nos hace falta es un pueblo crítico y proponente; que les haga entender a los que desde las instituciones Públicas, Privadas y de la Sociedad Civil se creen «dueños y señores» de todo lo que está en su entorno, sin respetar las normas que imponen las reglas de convivencia en sociedad.
En el momento en que el conglomerado entienda y asuma su rol dejaremos de padecer la falta de relevo generacional que consume y empuja a desaparecer a muchas instituciones y con ellas, el esfuerzo y esperanza de muchos seres humanos.