Realmente no se trata de una práctica nueva: todos recordamos lo que sucedió con el lanzamiento de nuestra MARCA PAIS y el affaire en torno al mismo a partir de una similitud con un diseño del ruso Ivan Bobrow que reclamó su autoría.
Lo propio sucedió con la promoción de la feria del libro de Santo Domingo 2012, la cual plagió un comercial realizado en Colombia para su feria del 2010.
Pero estos escándalos no son exclusivos de la publicidad. En el mundo de la creación musical, de la literatura, de las artes plásticas, existen innumerables casos escandalosos donde los plagios son evidentes y han llegado a los tribunales con ganancia de causa para los genuinos propietarios de las ideas.
El acceso al internet crea condiciones para que desde nuestro país, podamos ver las más brillantes realizaciones en todos los ámbitos de la creación. Unos nos conformamos con admirar esas ideas, pero otros se dejan seducir por las mismas y se montan en ellas para ganar aplausos. Pero olvidan que existen plataformas digitales donde estos delitos pueden ser detectados con facilidad. Por tanto, el riesgo es alto, no solo para los plagiadores, sino también para la marca vinculada al caso. Estas deshonestidades ponen en riesgo la reputación profesional de agencia y creativo. Pues crean condiciones para que todo lo que legítimamente hayan realizado anteriormente, se cuestione a partir de ese hecho.
Una cosa es coincidir en el uso de un mismo camino creativo para desarrollar historias distintas, y otra cosa es tomar el mismo camino creativo y desarrollar conceptualmente la misma historia.
No se descarta que en materia de creación existan coincidencias que acerquen las ideas, pero cuando la intención es plagiar, se pone el mayor empeño en suplantar la idea original en términos de ejecución.