Lic. Ramiro Francisco
Indudablemente, que si hay algo que ocasiona dolor, desolación, incertidumbre y desesperanza, es la muerte de un familiar, amigo o conocido.
Nos hacemos miles de preguntas. Todo nos da vueltas. Un incomprensible vacío nos acompaña. Es como si el mundo por igual finalizara, con el fallecimiento del familiar.
Por muy “duros” que a veces nos creemos, las lágrimas salen sin llamarlas.
Es más, ante la muerte de Lázaro, los evangelios nos dicen, que Jesús lloró.
Cierto, entre muchas definiciones, aceptamos que la Vida es una escuela. Escuela en la que repetimos múltiples de veces las mismas lecciones y pasa el tiempo, sin lograr entender nada.
No todos los seres humanos alcanzan la plenitud de su existencia y luego, se marchan a la eternidad. Ese privilegio es de unos pocos. Otros mueren jóvenes, muy jóvenes y les toca a los viejos enterrar a sus hijos.
Para que continúen las interrogantes, hay seres que ni siquiera alcanzan salir con vida del vientre de la madre.
Otros, duran apenas horas en esta dimensión de vida. Muchos, ni siquiera alcanzan la adolescencia…y se marchan.
Y esas muertes, nos dejan miles de interrogantes e incertidumbres.
El tiempo inexorablemente sigue su curso, o nosotros en él, y esas respuestas, no son alcanzadas o permitidas, hasta cierto desarrollo.
El niño estudiante, no alcanza a comprender de quebrados y decimales en las etapas del aprendizaje de lectura.
Llegamos a entender hasta donde se nos permite, que no somos eternos en este lado. Que “nos vamos” como bebés, infantes, jóvenes, adultos, viejos o ancianos.
Que luchamos lo indecible por no irnos. Enfermedades nos abruman y las enfrentamos. No nos quedamos quietos, esperando el “transporte”.
Gastamos lo que tenemos y lo que no. ¡Si hay que viajar fuera del país en busca de recuperar la salud, lo hacemos! Se consulta con lo que se cree mejores médicos, verdaderas autoridades…y al final se pierde la batalla.
Y es entonces, que viene el célebre poema de Antonio Machado “y cuando llegue el día del último viaje, y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, me encontraréis a bordo ligero de equipaje…”
¿Cuál tren nos toca para el viaje? Título de nuestro próximo artículo.