Ramiro Francisco
Hay personas, tal vez alguien de los que tienen la oportunidad de leernos, que habrán oído de labios de sus padres, abuelos, algún familiar o amigos, alguna historia relacionada con muertos.
No la cuentan, prefieren llevarse lo escuchado a la tumba, por temor a ser tildados de locos, fantasiosos, “inventadores”…o de estar “jugando con fuego”.
Los hay que, no solo conocen de esas historias, sino que las han vivido. Y por los mismos temores, no la han referido nunca a mortal alguno.
Eso sí, saben lo que vieron, como lo vieron y donde lo vieron. No estaban en busca de esas experiencias, no acudieron a terceras personas…y sin embargo, vieron lo que vieron. Personas que han abandonado este mundo, esta dimensión.
A veces. Entablan conversación no verbal y se entienden perfectamente. El viviente conoce con quien está en esos momentos, aunque se dan casos en que no es posible tocarlos. No sienten temor alguno. ¿Extraño, verdad?
Conoce, se da cuenta, percibe si hay alegría, o por el contrario dolor y amargura.
Generalmente, muchos de esos encuentros, suceden durante los primeros siete días de la persona haber fallecido.
No siempre, pero ocurren si ambos en el mundo que habitamos vivieron a grandes distancias (países o ciudades distantes) y el difunto se presenta como una simple despedida. Pueden ser familiares o buenos amigos.
Otras veces, para darles a conocer o recordarles algo. Las más de las veces, simplemente para dejarse ver.
Lo ven sentado en su sillón preferido, leyendo donde solía hacerlo o simplemente parado en un lugar cualquiera de la casa o en la habitación y de pronto, se esfuman para nunca más volver a verlo.
¡Por supuesto, son experiencias, que marcan vidas! Solo usted sabe lo ocurrido. Que no fue un sueño.
No todas las personas que han tenido esas experiencias, se las llevan sin contarlas a sus tumbas. Pasado el tiempo, algunos las cuentan o comparten en familia.
Otros, tal vez es su caso, no la dan a conocer en público nunca, porque le dirán, que lo presentado era un demonio, el diablo, o algo por el estilo.
Hay muchas enseñanzas, conocimientos y sabiduría, que solo unos pocos tenían acceso a ellos, aún en los tiempos en que los Apóstoles sembraban la Palabra por naciones diferentes.
Hoy, es diferente. La Humanidad da pasos gigantescos y se adentra en aquellos misterios que unos pocos llegaron a entender. Aunque siempre es Ley, que “el que busca encuentra y al que llama se le abrirá”. Los entendidos…entenderán.