Ramiro Francisco
Este día, el mundo cristiano conmemora, recuerda, con solemnidad, la muerte de Jesús en la cruz del Calvario, en Redención de la misma Humanidad.
Si no estamos equivocados, es en el Génesis, primer libro de la Biblia, donde se habla por primera vez de la muerte. Ocurre, con la sentencia dada por Dios a Adam y Eva.
¿Conocían ellos, lo que era la muerte? Sí. Debido a que el Señor no le iba a hablar de eso, sin ellos saber de qué se trataba.
Lo sabían, porque miraban la “muerte del día” con la llegada de la noche. Las “hojas muertas” al caer de los árboles. El fallecimiento de algunos animales.
Si no, en esos diálogos que sostenían con el Creador, pudieron también haberles preguntado.
Desde entonces, es sentencia. El ser humano puede durar cientos de años…pero muere. A veces con horas de nacido. Y peor, no nace con vida.
Esos por qué…nos pasan desapercibidos. Ni siquiera nos interesamos en saberlo.
¡La muerte, es ley! La persona más longeva que se conoce, murió a los 969 años. Su nombre: Matusalén.
En nuestros tiempos, hay quienes pasan de los 90s con plenas facultades mentales. Otros sobrepasan los 120 y tantos años, contentos, agradecidos y felices de la vida.
¡Pero al fin, nos vamos! Es el viaje final, cuando cae el telón y tenemos que dejar el teatro, el escenario, y regresar a casa. Todos. Ricos y pobres. Sabios e ignorantes, creyentes y no creyentes. Todos! Unos delante…otros atrás.
Generalmente, nos vamos solos. Es el miedo a lo “desconocido” que nos aterra. Más, cuando en nuestro transitar por la vida, se nos ha enseñado lo peor sobre la muerte. Hasta la figura representativa es feísima.
Con el pasar del tiempo, y ante diversas puertas del Conocimiento abiertas para todos, ese miedo aterrador merma en muchos seres humanos.
Cuando sabes a dónde vas, y quienes te recibirán a tu llegada, no hay por qué sentir miedo.