Por Fidel Soto Castro
Estando en Puerto Plata, como cuadro encargado de esa provincia por la L.R del 1J4, ocurre el
desembarco del Coronel Caamaño. Como ha quedado establecido y aclarado; tal acción tomó
de sorpresa a todas las organizaciones revolucionarias, creando un montón de dudas,
confusión y vacilaciones en cualquier acción a tomar; sobre todo por la ofensiva militar del
gobierno, las Fuerzas Armadas y los organismos represivos.
Un compañero del Comité Central me convoca a la ciudad de Santiago. El objetivo es
darme las informaciones de la organización sobre el caso. Me traslado a Santiago,
arriesgándome mucho, en vista de que había pasado a la clandestinidad, desde hacía casi tres
años el Servicio Secreto trataba de ubicar dónde me encontraba. Las informaciones
transmitidas por el compañero son las siguientes :
Efectivamente el Coronel Caamaño
desembarcó al frente de una numerosa columna de más de sesenta hombres y nuestra
organización se apresta crear dos focos guerrilleros en su apoyo. No dudé de las
informaciones del compañero, sin embargo me preocupó su entusiasmo y la información en sí;
puesto que nosotros habíamos renunciado al foquismo desde hacía más de cinco años y no
veía ese informe de acuerdo a la línea política que sosteníamos.
Pasado unos días el compañero Anulfo Vasquez me informa que los compañeros del municipio
de Imbert, están desesperado por tomar unas armas que tiene el partido escondida en ese
lugar para alzarse en apoyo al coronel Caamaño. Asombrado inquiero al compañero, si él no
puede detener e informarle a esos compañeros que cualquier acción a ejecutar debía contar
con el conocimiento y la autorización de la dirección del partido; pero él me informa que están
locos y que no sabe qué hacer y que no ha podido convencerlo.
Pienso rápidamente y le digo
al compañero hay que detenerlo y la única manera es sacando las armas de ese lugar. Anulfo
con justa preocupasion me señala lo arriesgado que resulta novilizar armas con guardias y
registros por todas partes. Sin dejar de reconocer esa realidad, tomamos la decisión de no
permitir una acción así, por el fracaso que sería y la segura pérdida de las vidas de ésos
equivocados e inquieto compañeros en una provincia donde yo era responsable de lo que
pasara.
Ahí mismo decido que él y yo iríamos a buscar esas armas. Le instruyo a que busque
al compañero Samuel, que era el chofer que hacía los viajes a Santiago en un chevrolet
pescuezo largo para que nos lleve al lugar done extraeriamos el material, claro sin decirle a él
de qué se trataba.
Salimos hacia el lugar, llegamos y envolvimos el pertrecho en un colchón de guata,
introduciéndolo en el baúl del carro. En vista de que tomamos a los compañeros de sorpresa,
no pudieron hacer nada para impedirlo o llevársela a otro lugar. Parece que las circunstancias
nos ayudaron ya que no tuvimos ningún contratiempo.
Llegamos a la ciudad de Puerto Plata y
en la casa de Rijo el Radio Técnico depositamos los fusiles. Al sacarlas del baúl del carro,
sobresalió la culata de uno de ellos que llenó de asombro la cara de Samuel. Me sentí muy mal
por haberlo engañado y no sé si algún día podré pedirle excusas.
El compañero Anulfo demostró siempre ser un compañero responsable y disciplinado y
gracias a su actitud pudimos salvar la vida de los compañeros de Imbert. Corrimos un riesgo
enorme, porque por doquier habían registros y retenes de la guardia, pero ese día nos
acompañó la suerte.
Días después fui apresado, pero nunca se supo ni se habló de lo sucedido. Se salvaron las
armas y se salvaron los compañeros gracias a la actitud del compañero Anulfo.
F.S.
Hay otros relatos de la valentía y compromiso del compañero Anulfo.
Extracto del relato inédito : La danza del dolor triunfante.