Por Héctor Gaud
Él fue uno de los asiduos tertulianos de los jueves y domingos que se congregaban en el primer banco donde realizaban una especie de peña entre los sexagenarios adultos de entonces. Ese banco donde se sentaban era uno de aquellos que fueron hecho del duradero material de granito en colores blanco, negro y gris que, se pulían con piedras en vez de las modernas máquinas que se han diseñado para ese tipo de trabajo.
Esos bancos acomodaron por largo tiempo a los lugareños provincianos que se daban cita en aquel céntrico lugar instaurado para el entretenimiento y el ocio. El banco de esos tertulianos estaba localizado justo en la esquina formada por las calles Duarte y Separación.
Allí, debajo de la mata de carolina; que, con sus frondosas ramas, durante el día, servía como una especie de cobija por la espaciosa sombra que generaba y, que impedía la penetración de los rayos solares, donde también se protegían choferes, limpiabotas, paleteros y empleados del ayuntamiento.
En el otro ángulo de la esquina, está el local del que fue conocido como el club La Fe en el Porvenir, allí también siempre fueron muy visibles personajes del pueblo que acudían al club para relajarse mientras disfrutaban las lecturas de los periódicos sentados en aquella especie de poltronas que estaban colocadas en pasillo frontal del club y desde donde también se deleitaba de la vista del parque central.
Justo en esa esquina también había un pilotillo redondo de concreto, que sirvió de base a una torre de metal que sostenía parte del alambrado eléctrico y telefónico del pueblo. Pero, esa base de concreto no solamente fue destinada para eso, también allí estaba colocado y sostenido por alambre dulce, un marco de madera con dimensión aproximada de unos 4×4 pies, donde eran colocados los anuncios de las películas que se proyectaban en el teatro Rex.
Felipe, fue el nombre de aquel pendolista del pueblo que por largo tiempo tuvo la responsabilidad del diseño gráfico de aquellos letreros que, dentro de aquel marco de madera pintado en color verde oscuro, se encargaba de colocar aquellos folios de papel color blanco hueso, donde artísticamente realizaba los trazos negros y rojos de aquellos anuncios de los estrenos de las filmaciones cinematográficas que luego serían humanizados y condimentados por las genialidades del singular icono que fue uno de los porteros del cine.
Uno de los tertulianos no fue un dechado de virtudes académicas, pero, si sabía apreciar y valorar el buen arte y gusto de cualquier obra concebida por el hombre. Fueron notorias las observaciones que, dentro sus cercanos, realizaba a los libros que leía, las películas que veía y cualquier otro tipo de detalles que requerían ser apreciados con ojo crítico.
El manual de la vida era uno de sus textos preferidos. Leer y releer aquel antiguo tomo, más que disfrutar esa lectura, su verdadero placer lo centró en hacerlo ejemplo viviente. Participar de los nocturnos cultos dominicales en la congregación pastoreada por Mr Reid, eran de los placeres terrenales que le sirvieron de soporte para la elevación de su alma cuando le tocara su encuentro con el Padre.
Siempre se mantuvo distanciado del vicio del alcohol, sin embargo, una vez a la semana se le podía observar cuando en un pasillo lateral de la casa disfrutaba la inhalación del humo extraído de aquel cigarrillo de la marca Casino, que era empacado en una cajetilla de papel en colores blanco y mostaza con el sello de Compañía Anónima Tabacalera.
Descendiente de una de las familias de inmigrantes que llegaron al pueblo. Su único trabajo fue como operario de una de las maquinas que formaban aquel complejo de la Fabrica Nacional de Fósforos, donde se manufacturaban los fósforos Estrella. No obstante, ese ser su único trabajo en función de dependencia, al regresar a su casa, el trabajo continuaba, era incansable. Siempre se mantenía ocupado en actividades artesanales con la finalidad de realizar mejoras permanentes a la casa donde residía con su familia y hacer más acogedor aquel lugar.
Formó una de las familias de la que ahora modernamente llaman numerosas, pero, en la época, las familias tenían muchos hijos y, así eran. Como está establecido, los hijos son bendiciones. Junto a la esposa, procrearon ocho hijos, cuatro hembras y cuatro varones.
Tenía 53 años, relativamente joven, aunque la esperanza de vida para ese año era de casi 55 años, él estaba casi justo a la llega del límite del borde. Fue un día cuatro, específicamente un jueves santo, cuando hizo su llegada el reducido espacio de tiempo en que se dividen los minutos, aquel segundo de tiempo que cambia definitivamente el curso de la vida de quienes han recibido la bendición de pasar por este reducidísimo espacio del cosmos.
Traslado al cercano Santiago para explorar posibilidades con alternativas de otros galenos y centro médico. El esfuerzo no fue suficiente. Se hizo necesario el regreso al breve espacio entre el océano y la montaña para para preparar la partida. La despedida se hizo el próximo día viernes 5, unas horas antes donde la tradición celebra y exclama gloria por haber resucitado el Señor¨.
¡Ese día no hubo espacio para la despedida y, él se marchó!