En septiembre de 1796, al concluir su segundo mandato presidencial de 4 años, al primer presidente de los Estados Unidos, George Washington, le ofrecieron gobernar por un tercer período y, para sorpresa de todo el mundo, lo rechazó.
A pesar de que el padre fundador, George Washington, que había sido escogido a unanimidad como presidente, hubiera ganado un tercer mandato sin dificultad, hizo lo que todos dudaban que hiciera: negarse a continuar en el poder, en sintonía con Thomas Jefferson, quien advertía que los límites eran necesarios para evitar que un líder acumulara demasiado poder.
No obstante, algunos presidentes intentaron, sin éxito, continuar en el poder más allá de dos mandatos, hasta que el presidente, Franklin Delano Roosevelt, rompió la regla en tiempos de depresión económica y guerra, logrando ser elegido durante cuatro mandatos consecutivos.
Una justificación para ese desvió del pueblo estadounidense, durante la gran depresión y la Segunda Guerra Mundial, podría ser el enfoque de Kenneth C. Davis, en su obra ‘Qué sé yo de historia’, en el sentido de que, aunque Roosevelt fue vilipendiado por muchos, la gran mayoría de los norteamericanos veía en él una fuerza inmutable y una presencia completamente sólida en el panorama de la nación.
Después de su muerte, el 12 de abril de 1945, para impedir que otro presidente, en cualquier circunstancia, pueda gobernar más de dos mandatos, fue aprobada y ratificada la Enmienda Veintidós, en febrero de 1951, en la que se petrificaron los términos presidenciales como sigue: “Nadie podrá ser elegido más de dos veces para el cargo de presidente y nadie que haya ocupado el cargo de presidente, o que haya actuado como presidente por más de dos años antes del término para el cual elegida otra persona, podrá ser elegido más de una vez para el cargo de presidente…”.
Para sorpresa de todos, en el discurso de la noche de la victoria, el 19 de mayo del 2024, el presidente, Luis Abinader, proclamó: “Esta victoria electoral, en mi caso, es la última porque respetaré los límites en la Constitución en los términos de reelección. No volveré a ser candidato. Es mi palabra, mi compromiso y será mi legado”.
Muchos de los que escucharon este histórico fragmento, sin importar que se encontraran en el éxtasis de la victoria o en la agonía de la derrota, se mostraron incrédulos.
La oposición vio ese aspecto del discurso como una típica jugada política de un presidente para hacer todo lo contrario a su contenido.
Sin embargo, cada paso que ha dado, desde entonces, el presidente Abinader, va dirigido indudablemente hacia la concreción, muy pronto, de su inusual propuesta contra el continuismo.
Como una muestra de su firme voluntad de impedir que en el futuro un presidente pueda reformar la Constitución Política para gobernar durante más de dos períodos constitucionales, el presidente, Luis Abinader, le propondrá a la Asamblea Nacional, el 16 de agosto, una reforma constitucional que frenará cualquier iniciativa de esa naturaleza, lo que le dará estabilidad a la Constitución, la cual ha sido reformada 39 veces, 36 de ellas para modificar los términos presidenciales.
Tal y como prometió Luis Abinader, este será un legado de gran trascendencia para las generaciones presentes y futuras.