La teoría de las inteligencias múltiples, propuesta por Howard Gardner en 1983, cambió la manera en que entendemos la inteligencia. Luego, en 1990, Peter Salovey y John D. Mayer desarrollaron el concepto de inteligencia emocional, popularizado por Daniel Goleman, quien la definió como la capacidad para identificar, entender y manejar nuestras emociones y las de los demás, crucial para el éxito en la vida personal y profesional.
En la intrincada trama de la política, no es la agudeza lógica lo que predomina, sino la del manejo emocional; La inteligencia emocional es fundamental para sobrevivir, perdurar y tener éxito en este ámbito. Uno de los principales retos para un político es aprender a controlar el poder y evitar ser corrompido por él. Mi familia, con una profunda historia en la política, siempre decía que «el poder es como una sombra que pasa». Sin embargo, no comprendí plenamente esta lección hasta que me involucré en la política, donde experimenté de primera mano que el poder, es tan influyente como efímero.
Hoy en día, ejercer la política, o simplemente estar en medio del ojo y la opinión pública, conlleva que cada palabra o mínimo gesto pueda inclinar la balanza del poder. Es entonces como la inteligencia emocional emerge no solo como una habilidad deseable, sino como un requisito indispensable para quienes aspiran a liderar. La autoconciencia, la autogestión, la conciencia social y la gestión de relaciones son pilares fundamentales en la toma de decisiones y la resolución de conflictos.
La inteligencia emocional ha sido un agente silencioso pero decisivo en la historia humana, modelando crisis y liderazgos con una influencia sutil pero poderosa. Esta capacidad ha dirigido acciones de figuras como Churchill, Mandela y Roosevelt, cuya gestión emocional no solo enfrentó adversidades, sino que también redefinió el curso de sus naciones. Reflexionar sobre su impacto nos permite apreciar cómo las emociones han configurado, en gran medida, nuestro pasado y presente.
En un mundo donde la información fluye más rápido que nuestra capacidad de procesarla, y donde el sensacionalismo sigue ganando terreno, ejercer profesiones bajo el escrutinio del ojo público, no es fácil. Esta nueva realidad digital nos impulsa a ser más cuidadosos con nuestra comunicación tanto verbal como no verbal. La inteligencia emocional nos permite discernir entre qué decir, cuándo y cómo, pero muchísimo más importante aún, nos da la sabiduría de administrar nuestros silencios.
Ante los desafíos de nuestra sociedad moderna, caracterizados por un aumento en la vulnerabilidad emocional y mental, especialmente entre los jóvenes.