Por: Roque J. de León B.
Siento gran respeto por las familias que sin preferirlo y sin proponérselo deben solventar en su seno a uno de sus miembros que por cualquier razón padece la condición de una enfermedad mental que cuesta bastante, con ellos nos solidarizamos, más no con aquellos que conocen que el consumo de sustancias prohibidas los conduce por el camino de la perdición y, lo prefieren.
Estos últimos son los que mantienen en zozobra a los munícipes porque cuando no tienen recursos para costear su vicio, se convierten en vulgares delincuentes.
Esas personas que el común de la gente le llama «piperos» tenían su radio de operación en el Centro de la Ciudad pero al sentirse acosados por las autoridades, como debe ser, muchos de ellos se han traslado a los sectores periféricos manteniéndolos en un permanente estado de zozobra robándole todo lo que pueden transformar en dinero, desde: tuberías de desagüe, baterías, tanques de gas, plantas ornamentales, como si fuera poco ya intentan desprender los portales de tolas que miden más de siete pies de altura por aproximadamente doce de largo; señores autoridades cuidado porque eso no debe ser.
La Urbanización Cueto, caracterizada por ser un sector tranquilo para vivir y descansar, en los últimos tiempos se ha convertido en uno de los lugares predilectos de estos rateros.
Entiendo ha llegado el momento de que los cabezas de familias seamos responsables de la formación en valores de nuestros hijos que no nos pidieron ser traídos a este mundo, supervisar su crecimiento y desarrollo integral de igual manera, ayudarles a insertarse al mundo productivo lo que les mantendrá, alejados del bajo mundo.
De esa manera tendremos la moral en alto para exigir a las autoridades que no se hagan cómplices de los que inducen a esas personas, débiles de cerebros, a delinquir comprando todo lo que estos se roban; que ataquen con todas las herramientas disponibles al narco y microtráfico para evitar seguir induciendo a esos enfermos a infringir la Ley.
A eso debe seguir el establecimiento de centros de rehabilitación para recuperar a las decenas de personas de ambos sexos que a diario, día y noche deambulan por las calles de nuestra provincia.
En ese proceso de rehabilitación deben estar comprometidos: la familia, el Estado y la sociedad para devolver la paz y la tranquilidad a cada uno de los ciudadanos, que bien lo merecen.
Es responsabilidad de esos tres núcleos porque en la medida que se rehabilita un ser humano de esa enfermedad inducida retorna la tranquilidad: mental, emocional, espiritual y económica al seno de una familia, a la vez, la sociedad retorna a la normalidad sin el acoso permanente de esas personas que delinquen y el Estado cumple con su rol de garantizar los servicios básicos a los ciudadanos.
En el momento en que los administradores del Estado, sin importar quienes sean, cumplan con el rol para el cual son electos y nombrados, en ese mismo instante la sociedad deberá celebrar la desaparición de muchos males que se nos han hecho normales como es el caso de la comercialización de las sustancias prohibidas ante los ojos de todos, sin ningún tipo de régimen de consecuencias.
ROQUE J. DE. LEÓN B. (MAE).
DIPLOMADO EN TECNICAS DE COMUNICACIÓN SOCIAL INTEGRAL.
MIEMBRO DEL SNTP Y DEL SINLOPP.
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