Por: Roque J. de León B. (MAE).
Nacer en las proximidades de los Océanos y/o las Montañas genera muchos privilegios y concomitantemente algunos deberes.
El simple hecho de no tener que imaginarlos, cuando alguien intenta describir a esas maravillas de la naturaleza sino que las interioriza al observarlas, es más que un regalo de Dios.
Mirar detenidamente la mágica forma y color que asumen las olas del mar en sus vaivenes impulsados por el soplar del viento y, cómo ellas originan el flujo y reflujo de las aguas en ocasiones embravecidas o, simplemente echar una ojeada al viraje uniforme de las hojas del árbol que llamamos grayumbo que incentivados por el soplar de los fríos vientos de la montañas que los sostienen se convierten en un espectáculo, dígame usted, si eso no es un privilegio.
Estos nos generan bienestar al mantener oxigenado nuestro hábitat propiciando de forma natural la buena salud física y mental.
Tenemos la dicha de obtener de ellos alimentos frescos como las diferentes especies de los pescados al igual que: víveres, frutas entre otros y, como si no fuera suficiente motivan el surgimiento de generaciones de artistas y pensadores creativos como: Emilio Prud’Homme, Salomé Ureña, Virginia Elena Ortea, Jaime Colson, Eduardo Brito, Juan Lockward, el Maestro Rafael Solano, entre otras luminarias.
Así como esos activos naturales nos proporcionan privilegios también nos generan el compromiso social de ser vigilantes de su oportuno mantenimiento, limpieza y preservación.
Es inaceptable que los mares sean contaminados desde su interior por los irracionales «seres humanos» que conviven y viven de ellos en su transitar a través de los diferentes medios de transportes marítimos sean su principal amenaza y destructores porque, a su paso vierten todo tipo de desechos y contaminantes.
Debemos mencionar además la actividad minera irresponsable que en su interior desarrollan diferentes Estados en el mundo sin que ningún organismo internacional asuma la responsabilidad de establecer reglas para la preservación de tan valioso activo, que por igual nos corresponde a todos.
Lo mismo debo señalar de la falta de defensa y protección de nuestros sistemas montañosos, que no sólo son atacados con la inmisericorde explotación minera y de cualquier tipo de material sino, que se desarrollan odiosas urbanizaciones que resultan incompatibles con la sobrevivencia de ese hábitat natural de diferentes especies de la flora y la fauna.
Tenemos que seguir gritando y luchando en este desierto habitado por inconscientes de todo tipo para que no sigamos destruyendo lo que nos genera: viento, oxígeno, lluvia, el equilibrio del ecosistema, los alimentos, entre otros tantos beneficios para toda la humanidad.
ROQUE J. DE LEÓN B.
DIPLOMADO EN TÉCNICAS DE COMUNICACIÓN SOCIAL INTEGRAL.
Miembro DEL SNTP Y DEL SINLOPP.