Lic. Ramiro Francisco
A veces se hace por ignorancia e inocentemente. Otras, por soberbia, altanería, o para dársela de “intelectual, gran lector o conocedor de todo”.
Nos referimos al plagio. La Real Academia de la Lengua, lo define como “copia de obras ajenas, haciéndola pasar por propias”. “En el ámbito académico el plagio es usar palabras o ideas de otras personas como si fueran propias. Se considera una forma de engaño y una mala práctica”.
Este día, el periódico El Nacional, trae la información del juicio contra el artista dominicano Zacarías Ferreira, acusado presuntamente de “violar la Ley de Derecho de Autor (Ley 65-00) en perjuicio del cantautor español Danny Daniel, relacionado con la canción Tu no Corresponde”. (El Nacional)
En el lenguaje aplatanado nuestro, se le llama también, un fusilamiento a esa canción.
A veces, citamos parte de una poesía, una canción, un poema, una frase de un discurso, y ni siquiera decimos tomado de tal parte y menos mencionar su autor.
Plagiamos hasta títulos universitarios. En las redes, es que más doctores y licenciados hay.
Peor, es cuando nos encontramos por ahí, un buen artículo de Ciencias, Deporte, Geopolítica, Medioambiente, Turismo lo ¡Que sea!.
Sencillamente anulamos, quitamos o borramos, el nombre del autor y zorrunamente colocamos el nuestro. Nos sentamos a esperar las felicitaciones con una sarcástica sonrisa.
No hay por qué ni para qué, llegar a esos grados de felonía.
Hay autores que son muy celosos de sus creaciones.
Podemos evitar ser llamados para responder en los tribunales.
Los ejemplos sobran.