La hipertensión arterial es el principal factor de riesgo para padecer un ACV, al punto de que 8 de cada 10 personas con ACV son hipertensas. Según datos de estudios científicos, 1 de cada 4 hipertensos mal controlados puede tener un ACV en los próximos cinco años, si no es tratado adecuadamente.
Existen dos tipos de ACV: el isquémico es el resultado de la obstrucción de una arteria que conduce oxígeno y nutrientes al cerebro por acción de un coágulo o émbolo; el hemorrágico se produce por la ruptura de un vaso cerebral, que genera un derrame de sangre en el tejido cerebral adyacente.
Se puede padecer un ACV a cualquier edad, pero son más frecuentes en los adultos mayores. Los síntomas del ACV son variados y pueden presentarse juntos o por separado: parálisis, debilidad u hormigueo en un brazo o una pierna; dificultades en la expresión y el habla; dolor de cabeza súbito e intenso; pérdida de la visión de un ojo o visión borrosa; caída de un párpado o torcedura de la boca.
Reconocer los síntomas del ACV (también llamado “stroke”, ataque cerebral o “ictus”) es fundamental para acudir rápidamente a un centro médico y recibir un tratamiento oportuno. Para quienes padecen un ACV isquémico, existe una ventana de 4 horas y media desde el inicio de los síntomas durante la cual pueden recibir un medicamento trombolítico capaz de disolver coágulos. Los pacientes que reciben este tratamiento en tiempo y forma aumentan un 50% sus chances de recuperarse de un ACV isquémico sin padecer secuelas.
Uno de cada cuatro ACV isquémicos es consecuencia de una fibrilación auricular, una alteración del ritmo cardíaco muy frecuente. Como muchas veces esta arritmia no produce síntomas, es importante realizar chequeos periódicos del corazón para detectarla. El tratamiento anticoagulante de la fibrilación auricular es la forma de prevenir la ocurrencia futura de un ACV isquémico.
En Argentina, 22% de las personas que sufren un ACV son diabéticas, por lo cual el control de esta enfermedad es muy importante a la hora de prevenirlo. El colesterol elevado puede tapar también las arterias que irrigan al cerebro, por lo que es un factor de riesgo para el ACV. El abuso de alcohol, tabaco y drogas ilícitas también puede conducir a un ataque cerebral. Otros factores de riesgo que se pueden modificar para evitar un ACV son la obesidad y la falta de actividad física.
Fuente: WikiCardio