Por Héctor Gaud
La partida hacia el lugar de encuentro fue realizada con tiempo suficiente para tener una especie de resguardo, por si el extravío hacía acto de presencia para arruinar ese compartir de afectos que nos esperaba.
Sorpresivamente, la loca que se hace responsable de conducir a los wazers, usuarios de la plataforma de Waze, de repente nos condujo frente a la entrada de aquel riachuelo que nos creó nostalgias y no transportó al cause del violón de Isabel de Torre, desde donde recibíamos aquel preciado líquido que define el origen de nuestras vidas.
Contradictoriamente, los primeros en llegar al lugar de destino fueron quienes estaban a mayor distancia, obviamente, con excepción de los anfitriones propietarios de aquel hermoso lugar. Estar a la mitad de la mañana de ese día, no era condición para impedir el topeteo de las copas de vino tinto donde había sido vertido el resultado del descorche de sus botellas. Estaba claro que el junte era para disfrutar y, no había espacio para perder tiempo.
La llegada de los participantes se hizo sentir paulatinamente, haciéndose acompañar de la caída de la lluvia, queriendo dejar tácitamente explicito que el agua es un referente de bendición, así como lo fue pronosticado aquel encuentro.
Para los desmemoriados y discapacitados para identificar y recordar rostros, los acercamientos frente a frente hizo acto de presencia: ¿tú eres Miguel el hijo de Carmen?, pudo haber sido una de las preguntas. La respuesta era un inminente no, pero esa fue la pregunta para abrir la llave que nos condujo a recordar el pasado.
Para los representantes del sexo de Adán fue notorio observar como las voluminosas panzas y las condiciones prostáticas se convirtieron en los temas referentes de las conversaciones. El “yo era” quedaba en el pasado.
Faltó que Monchito hiciera uso de sus habilidades matemáticas para concluir que con la operación de suma de las edades de los participantes y congregados en ese breve espacio, el resultado sería una cifra mayor o igual a la edad del globo terráqueo.
El remanente de las ideas políticas y de la rebeldía de la década de los setenta, no podía faltar. La situación por la que atraviesa el club deportivo Gustavo Behall fue el motivo para exacerbar los ánimos. Intervenciones de los concurrentes donde el recurso de narrar los hechos históricos que han llevado al deportivo a enfrentar la situación actual, donde alguien pretende apropiarse de los terrenos propiedad del más longevo club deportivo que existe en la isla.
Como sello característico de la amada provincia, el toque cultural que hace resplandecer ese espacio ubicado entre el Atlántico y esa montaña, se hizo presente cuando Dundo hizo entregada de uno de los libros donde él ha tenido participación como coautor, junto a tres escritores: “ciudad mojada”.
Presumir de nuestras familias y de lo que hemos logrado en vida, fue un componente que también hizo acto de presencia. Al igual el hecho de que algunos ya disfrutan de una pensión y están dedicados a la vida contemplativa y al cuidado de los nietos. Allí hubo de todo, algo parecido al repertorio de una rondalla universitaria, de esas que abundan en la madre patria.
Las presentaciones de los litros y medio galones del fino ron que se produce en la provincia, hizo aparición sobre las superficies de las mesas colocadas con las cubiertas carpas que impedían que la lluvia arruinara aquella velada.
Degustar aquel bufete de comida criolla fue todo un lujo. Casabe, pollo horneado, ensalada rusa, moro de guandules, moro de habichuela, cerdo horneado y, por supuesto, los ricos y sabrosos plátanos dulce. Ahí no faltó nada. Alcanzó hasta para preparar una porción para el calentao del próximo día.
Un toque de lujo adornó el evento cuando Johnny se apoyó en el recurso del playback y empezó a entonar aquellas canciones que permanecen archivadas en nuestra memoria sentimental.
Esperar el último momento para el retiro de un lugar no es una condición para apelar, es preferible las despedidas a la francesa: desaparecer sin que nadie se dé cuenta. Evitar las despedidas ahorran un total de dos días al año. Pero, por las condiciones del lugar, donde todo estaba expuesto, ejercitar la despedida individual fue un recurso inapelable.
Todo ocurrió de una manera muy espontánea, pero, con el sentido de responsabilidad y liderazgo de Monchito, quien siempre supo mantener activa y altiva la posición para que el encuentro se materializara con condiciones exitosas. Llegando incluso al puno de haber ingerido sus lentes sin que se diera cuenta.
Intentar nombrar a cada uno de los asistentes sería un acto de irreverencia a quienes se vieron imposibilitados de participar por razones involuntarias, así pues, esta información queda relegada a la lista de participantes publicada en el grupo de Puertoplateños Presentes.
Como lo dice la canción de la despedida: “por qué perder las esperanzas de volvernos a ver, si muy pronto junto al fuego nos reunirá el señor”.