Una de las grandes amenazas a la democracia es el populismo, una corriente política que se apoya en, como músico de hotel, tocar la música que el huésped quiere escuchar, y por huésped entiéndase votante.
Navega en aguas sin importar donde le lleven, se pierde en el mapa sin un fundamento de izquierda o derecha. Aunque los cientistas políticos hacen un esfuerzo por definir en qué consiste, no consiguen coincidir más allá de la definición de un líder político que utiliza todas las herramientas a disposición para monopolizar las opiniones en su favor, saltándose procedimientos en nombre del “bien”, la mayor parte del tiempo, repitiendo sin fín la verborrea que el pueblo quiere escuchar.
Ese fenómeno ha llegado a la comunicación, con acento en el periodismo. Sobran quienes, con abundante desconocimiento de un tema, opinan de él sin comprender las consecuencias de su mensaje. Soportado en la obsesiva intención de buscar audiencias que priorizan el espectáculo a la información.
Hasta ahí no llega, en muchos casos, los medios han renunciado a su capacidad de visibilizar los problemas que agobian a la ciudadanía para montarse en las olas de temas que resultan atractivos al algoritmo.
Vale la pena preguntarse si es útil que los medios sigan la conversación común a cualquier costo, o si consagrar el rol de informar y resaltar las ocultas sombras de la sociedad.
La farandulización del periodismo lleva a ocultar los temas que pueden transformar vidas, generar transformaciones, convertir lo malo en bueno. Todo sea por obtener audiencia hay que visibilizar lo incorrecto. por ahí no es.
Recientemente, una redacción sustituyó buena parte del cuerpo de periodistas por ingenieros en distintas áreas informáticas, priorizando lecturas e interpretación de algoritmos para “marcar”, lo que indiscutiblemente tira por el suelo la calidad periodística de los trabajos.
La lucha entre el like ganado por populismo y la tarea que obliga al periodismo a develar y educar sobre lo incómodo y ensordecedor es la batalla sembrada.
Estamos a tiempo de asumir el reto presente y futuro, así evitaremos decir que el populismo ha vencido al periodismo.