Teófilo Quico Tabar
Por razones entendibles me resulta cuesta arriba referirme a determinados temas como el referente al proyecto de modernización fiscal que por diversos motivos fue retirado del Congreso Nacional por el presidente de la República. Sin embargo, aunque aquí a casi todo se le da una connotación política, pienso que los partidos y los políticos, sin dejar de lado a los empresarios, desaprovecharon una gran oportunidad con el proyecto de modernización fiscal. Partiendo, entre otras cosas, de que Luis Abinader, que actualmente está en el poder y con mayoría, no solo ha manifestado su decisión de no repostularse en el 2028, sino que sometió una propuesta para que este aspecto sea de difícil modificación.
No es mi intención, por tanto, entrar a analizar el contenido de la propuesta de reforma ya retirada. Lo que sí deseo destacar es lo que a mi juicio representó una falta de visión, de tacto o madurez por parte de los legisladores que representan a los partidos y a los políticos que aspiran a ocupar la Presidencia en el próximo torneo electoral. Porque ellos mismos, como representantes del Congreso o por otras vías, debieron aprovechar el momento para promover y empujar hacia un pacto con el gobierno, consensuando, si fuese necesario, algunos de los aspectos propuestos. Pero desaprovecharon esa tremenda oportunidad.
Esa situación debió ser asimilada por todos los que pretenden asumir la Primera Magistratura de la nación en las próximas elecciones. Del partido de Gobierno y los de oposición. Ya que quien asuma el poder a partir del 2028 resultaría más beneficiado por las reformas que pudieran realizarse ahora, que el propio Abinader. Puesto que, como se sabe, las modificaciones toman tiempo para su implementación y aplicación. Y, además, no les afectaría su imagen política y social.
En ese mismo sentido, hace unos años escribí un artículo en el que expresé “que la peor cosa que pueden hacer los políticos que se consideran inteligentes, es engancharse a brutos”. Porque muchas veces se han visto actuaciones que permiten concluir en que se realizaron sin analizar las cosas detenidamente. Que siendo claras y simples, las enfocaron como oscuras y complicadas. Siendo entendibles por cualquiera, las enredaron y se confundieron. Probablemente entendiendo que les beneficiaban, pero cometiendo errores que a la larga pueden resultar imperdonables.
Por eso reafirmo mis conceptos en el sentido de que, desde el mismo momento en que el proyecto fue presentado en el Congreso, si los legisladores, los políticos y los partidos, para no mencionar otra vez a los empresarios, conociendo la situación del país, de la cual ellos son compromisarios, hubiesen actuado con madurez, teniendo además en cuenta que dentro de cuatro años habrá elecciones sin reelección, debieron entender claramente que era la mejor oportunidad para garantizarse desde ahora una reforma con los ajustes que se determinaran en el Congreso.
Reitero que eso les hubiese beneficiado mucho más a los que pretenden gobernar dentro de cuatro años que al que está gobernando actualmente. Pero, en vez de analizar el presente y futuro del país, sus propios proyectos y abandonar un tanto los intereses particulares, provocaron o se dejaron llevar por las emociones. No actuaron con el peso que ameritaban las circunstancias. En fin, olvidaron que las emociones son pasajeras.