Ramiro Francisco
A Xiomara Domínguez, Margarita Clander y Onelfa Valerio
Parece que fue ayer (le robo esta frase al maestro Manzanero), que andábamos en pantalones cortos, descalzos y sin camisa en “el tetero del Sol” deambulando por las calles y estrechos callejones de mi barrio.
Parece que fue ayer, cuando de las manos del siempre recordado Juan García, aprendimos los primeros rudimentos del juego de pelota y estrenábamos nuestro primer “traje de pelotero” confeccionado de sacos de harina, donados por Panadería El Gallo de Tácito García.
Parece que fue ayer cuando ¡Por fin! Dejábamos atrás la “trocha”, una especie de guante rústico de gruesa lona, con que se jugaba béisbol y estrenábamos los guantes fabricados para ese deporte.
Parece que fue ayer cuando de manos de Don José Briceño estrenamos nuestras primeras zapatillas para la práctica de campo y pista en carreras de velocidad 100 y 200 metros planos.
¡Cómo pasa el tiempo! Permanece en nuestra memoria algunos lugares o terrenos donde grandes y pequeños “jugaban pelota”.
A más del estadio Isabel de Torres que estaba donde hoy se encuentra el polideportivo, había, el play del Lodo de la Draga donde hoy está el parque Turístico, el Pie del Fuerte a la entrada norte de la vieja fortaleza San Felipe, La Chocolatera unos terrenos contiguos a esa empresa, el Aserrín amplísimo terreno en los frentes del aserradero y que daban hasta el Camino Real.
Otro era el play de La Cana en Playa Oeste. En las penumbras de nuestros recuerdos, vienen unos terrenos donde está hoy La Canita y su entorno, donde se practicaba béisbol.
Por igual, había un play donde en la actualidad está el patio de la Ferretería El Muelle, por el tiempo en que allí funcionaba una fábrica de embutidos.
Parece que fue ayer, cuando aprendimos a balbucear el abecedario en la vieja escuela de La Estación con la maestra Carmen de Marte (no se preocupe doña Carmen que no pueden calcular nuestras edades)
Parece que fue ayer, que con los tapones de viejas barricas cuya madera llegaba para leña a la factoría de la Compañía Exportadora, aprendimos a batear curvas al usarlos como si fueran pelota con un simple leño como bate…
¡Carajo, como pasa el tiempo! Y uno, como que empieza a darse cuenta cuando los niños y jóvenes comienza a llamarnos “señor” y cosas por el estilo…tal vez por las canas, la calvicie y la barriga!
Parece que fue ayer, que escuchaba en los “viejos bares de mi barrio” los boleros de Leo Marini y la inconfundible Sonora Matancera, los “amargues “ de Mélida Rodriguez (La Sufrida), Blanca Iris Villafañe, María Luisa Landín, al “Guapachoso” Rolando La Serie y su Cuarenta.
Lo mismo que al “Anacobero” Daniel Santos y su Despedida, Linda, y tantos otros de grata recordación. Más allá, se podía escuchar una salve de Elenita Santos o un hermoso danzón en la voz de oro de Barbarito Diez acompañado de la orquesta de Don Antonio María Romeu.
Otros artistas cabareteros de entonces lo eran, el Jibarito de Lares, Julio Jaramillo, Olimpo Cárdenas, y José Antonio Salamán entre otros, sin olvidar los grandes soneros: Matamoros, Ahijados, Los Compadres, Sexteto Habanero, Septeto Nacional, Antonio Machin y otros.
Hablamos de artistas que se escuchaban en las velloneras de los cabarets de entonces a los que ni por asomo nos permitían la entrada. Contaban estos, con una especie de mampara en sus puertas y la chiquillada a veces “brechaba” por debajo de las mismas para ver “bailar y besarse” a los parroquianos hasta que algún adulto, nos “aperreaba” y salíamos corriendo
No se han borrado todavía, las fiestecitas de cumpleaños y por cualquier otro motivo, que solían hacerse en las casas de Baby y Luis, Clara y Julián, lo mismo que donde “mamá Tinita”, o donde doña GU que era la matriarca de la familia Salvador de la calle 2 en el Ens. Dubocq (Los Callejones) de aquella tranquila barriada de finales de los 50s.
Muchos de esos muchachos y muchachas de ese tiempo hoy viven fuera del país. Otros han pasado a otra dimensión de vida en el llamado mundo del más allá. Algunos quedamos como testimonios vivientes de ese tiempo.
Tiempo con sus auras buenas y malas como todos los tiempos. Con lluvia y sol, calor y frio, pobreza y riqueza…con amores, odios y rencores…como cada tiempo!
Recuerdo con cariño y gratitud en esta nueva etapa de mi vida que no sé si es la “segunda vejez” o “inicio de la primera”. Es –me han dicho- la “veje-adolescencia” en la que no se es, ni viejo ni joven…como en la adolescencia verdadera en la que no se es infante ni tampoco joven, la buena disponibilidad gratuita de doña Dolores Suárez, para que aprendiéramos Mecanografía en su Instituto de la calle Mella, a donde acudíamos algunos muchachos del barrio totalmente descalzos.
¡Cuánto ha llovido! Una sencilla mirada al pasado.