Estresada y enferma, así se percibe hoy nuestra sociedad, sumida en una serie de deudas sociales que siguen sin saldarse.
Resultan alarmantes los índices de trastornos mentales, así como las quejas sobre la falta de empleos dignos y los bajos ingresos.
A esos factores se añaden las deficiencias en los servicios públicos, que a su vez disparan la frustración y la desesperanza entre la población.
En especial, amplias capas de la sociedad, como niños y adultos mayores, sufren las consecuencias de la falta de compañía, del abandono y de la escasa esperanza de una vida mejor.
Esto lo confirman las palabras de los obispos católicos en su mensaje con motivo del día de la Independencia.
Este mensaje coincide con la realidad cotidiana de millones de ciudadanos que, a diario, se ven acorralados por las carencias de servicios públicos, el desempleo, los elevados costos de la alimentación y la salud.
Ni que decir que, para agravar más el panorama, viven bajo una constante amenaza de inseguridad.
Esta realidad se refleja también en las denuncias y quejas constantes de los habitantes en sectores populares, quienes participan en los encuentros de “El Listín en el barrio”, donde las lamentaciones y sueños rotos son una constante.
Habitar en estos barrios no es solo un desafío, sino una lucha diaria por sobrevivir, enfrentando carencias básicas mientras la vida parece cada vez más difícil.
El mensaje de los obispos es un grito de alerta para que toda la sociedad luche para restaurar la esperanza y el sentido de la vida de las nuevas generaciones.
Es doloroso palpar la situación de los jóvenes que no encuentran espacio en el sistema educativo ni en el mercado laboral, lo que los impulsa a buscar salida en caminos equivocados, incluyendo la migración o el crimen.
En paralelo, se registra un el creciente número de trastornos mentales en el país, como el del insomnio que se ha convertido en la tercera causa de consulta con los psiquiatras, mientras que la depresión sigue liderando las estadísticas.