Por Ramiro Francisco
¿Puede un comunicador o periodista mostrar públicamente su simpatía por un determinado candidato o partido político?
¡Claro que puede! Es su derecho. Es su libertad de mostrar simpatía política como cualquier ciudadano, con todos sus derechos y deberes.
Un profesional de la Medicina, de la Ingeniería, de la Educación, -por citar solo estos- puede hacerlo y lo hace.
¿Cuál es la rareza entonces, en un profesional de la Comunicación? ¿Es por su trato diario con la sociedad, en la que puede si se le permite, tergiversar verdades, colorear situaciones y diluir realidades?
No olvidemos, que un comunicador o periodista, tiene acceso y usa medios como la radio, prensa escrita o digital, así como la televisión y las llamadas redes sociales.
En ellos vierte, ofrece, plantea, critica, alaba, propone cuanto considera propio y conveniente para una mejor convivencia social y política.
Todo esto, dentro de lo que esa persona considera justo, correcto y verdadero. No olvidar, que lo que es verdad para mí, no necesariamente lo sea para usted y viceversa.
Y en esos medios también, un comunicador o periodista, se “especializa” en noticias falsas, en inventos de “fuentes de entero crédito”, da a conocer medias verdades, se trata de enlodar honras, se maquillan informaciones, se sirve de manera inmoral y falta de ética, a intereses malsanos, muchas veces no inocentemente.
De ahí que, cuando un profesional de la Comunicación, respalda públicamente la gestión de tal o cual Presidente de la República, lo mínimo que se piensa es, “algo busca este” “ya lo compraron”, debido a las tristes historias conocidas, cuando se aprende a decirle “bueno a lo malo, justo a lo injusto y dulce a lo amargo”.
Respaldamos públicamente, la gestión del Presidente Abinader y su equipo. Su sencillez, el pulcro manejo de los recursos del Estado, su denodada lucha contra la corrupción e impunidad, sus desvelos ante la gran deuda social, hace que le respetemos y apoyemos.
Si el célebre Atahualpa Yupanki, «no engrasaba los ejes de su carreta», para que el chirrido le acompañara en las desoladas llanuras argentinas, pido a Dios no vender mi cerebro para darme cuenta asimismo, de las cosas buenas y malas del gobierno y clamar a tiempo, para su corrección.