Por Rafael Santana
Bueno, yo nunca había sido viejo y de unos días a esta parte he comenzado pensar en lo que me pasará en esta difícil etapa de la vida. Digo esto, porque hace unos días rebasé los 60 años –gracias a Dios, que me lo ha permitido- y ya entré al selecto grupo de los viejolos.
Este período debiera ser más corto que el de la juventud, pero no lo es. La vejez dura mucho más.
Hasta hace poco tiempo, yo era el más joven del lugar. Ahora es al revés, soy el más viejo. Y eso, no deja de preocuparme porque desde que llego a algún sitio, me saludan con un “usted” o un “señor” como si fuera un anciano y hasta algunas mujeres se paran para darme asiento.
Disimulo, trato de que no se den cuenta de que soy viejo, que ya no tengo la edad de antes, pero, que va, se me nota de inmediato.
Se me nota, porque no conozco a nadie de los que están allí, por lo que los saludo con un gesto, y si se me presentan, entonces resulta que son hijos –que ya crecieron- de mis mejores amigos.
Se me nota, porque si están viendo en una pantalla un juego de béisbol, no conozco a ningún jugador, porque a los únicos que recuerdo son a Juan Marichal y Ricardo Carty.
Se me nota por no ponerme ropa moderna, no usar los pantalones algo cortos, rotos y casi cayéndosemes -tipo cantinflas- y ponerme unas ridículas chaquetas.
Por no tener tatuajes en la piel y no ponerme la gorra al revés.
Por no tener un teléfono moderno para estar continuamente tecleando en él, respondiéndole a todos los que estén conectados conmigo, aunque estén frente a mí.
Por no pedir bebidas energizantes, ni bebidas alcohólicas fuertes, y conformarme con agua de soda con hielo.
Pero, eso a mi no me preocupara tanto, si no fuera porque en mi cuerpo van pasando cosas que antes no pasaban.
Me han aparecido cambios en el modo de caminar -más lento, más encorvado- y el pelo más escaso y blanco que antes.
Me salieron arrugas debajo de los ojos, tengo la barriga más grande, la piel más seca, y papadas debajo de la mandíbula inferior.
Al levantarme, al acostarme y antes de comer, tengo que tomar pastillas.
No puedo ingerir alimentos salados, ni grasosos, ni picantes, porque tengo la presión alta, el colesterol malo elevado y varios meses con hemorroides y además tengo que ir al baño a cada rato a Misisipi, porque ya la próstata esta haciendo su trabajo…¡Que es esto…!
Pero si les digo lo que esta pasando con mi memoria no lo creerán.
Ya no recuerdo los teléfonos de nadie, ¡ni el mío propio!
A veces no sé donde puse los lentes ¡y resulta que los tengo puestos!
Ayer me iba a cepillar temprano, tomé la pasta dental y al momento de colocarla en el cepillo, me doy cuenta de que el que tengo en la mano es el de peinarme ¡Ayúdame Dios mío!
Llego a un lugar en mi vehículo, cierro la puerta, le pongo el seguro. Cuando vuelvo, no recuerdo el lugar donde lo estacioné y cuando lo encuentro, me doy cuenta de que no tengo las llaves, ¡porque las deje pegadas con el motor encendido y se esta calentando…!
La semana pasada llegué a la casa, no encontré a mi mujer y me preocupé mucho porque no es su costumbre salir sin mí. Pero, suena el teléfono y es ella que dice ¡que la dejé botada en el Supermercado…!
Ahora, cuando le hablo, le digo cariño, mi cielo, mi estrella, etc. y la gente cree que es por el amor que le tengo a ella, y lo que pasa es ¡que se me olvida su nombre…!
¿Será el estrés o será la temida enfermedad llamada Alzheimer que ya empezó a desplumar mi cerebro…?
No sé, lo único que les pido a mis familiares y amigos es, que si en alguna ocasión me encuentran en un lugar inadecuado y no los reconozco, que me agarren por la mano y me lleven a mi casa, que mi esposa y mis hijos se lo agradecerán.
¿De que les hablaba…? Se me olvidó…:-(
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