En La Semanal del 28 de abril, el presidente Luis Abinader anunció al país que remitiría invitaciones formales a los presidentes Leonel Fernández, Hipólito Mejía y Danilo Medina, para participar en un encuentro donde ellos pudieran “contribuir, como lo pueden hacer, a la situación sin precedentes que tiene la República de Haití y que nos crea retos sin precedentes en la República Dominicana”.
El “pingponeo” llevaba tiempo haciéndose. Fernández, ese mismo día en la mañana había “propuesto un diálogo nacional, amplio y sincero, para consensuar soluciones reales y efectivas”. Es decir, que desde el gobierno y desde la oposición había consenso en torno a la necesidad de unidad nacional, pero nadie quería “ceder” la primacía de la iniciativa. En febrero de 2023 Abinader hizo el primer llamado, pero, sin la presencia de FP, PLD y PRM, el pacto firmado en octubre quedaba cojo; como hay que decir que, con elecciones generales a escasos meses, hacerle el juego al gobierno era aplicar la “Teoría de Chacumbele”.
Es natural que entre políticos todo sea político y “politizable”, lo sorprendente sería que no fuera así. De ahí que, agotados los rituales del pavoneo del poder; hechas las declaraciones altisonantes en ambos bandos, más dirigidas a los fieles y al pueblo, que al supuesto destinatario de las mismas; ha llegado el momento de la unidad… y también de la grandeza.
El pasado domingo circularon copias de las cartas remitidas por el presidente Abinader a Fernández, Mejía y Medina, donde les comunicaba de la reunión de presidentes a ser celebrada en Palacio Nacional el 14 de mayo. Obviando el desliz protocolario innecesario que cometió el redactor de las misivas, al “convocar” a Fernández y Medina, mientras que a Mejía le extendía una “cordial invitación” –lo que daría pie a interpretaciones de cualquier índole–, queda sobre la mesa la invitación presidencial, y, por parte de los invitados, también queda esperar la aceptación o rechazo de la misma.
Superado el obstáculo protocolar, siguen vigentes los referentes anteriores. Frente a los grandes desafíos y crisis nacionales, el liderazgo nacional siempre ha estado a la altura de las circunstancias –ejemplos sobran– y ha sido responsable. Por debajo de la corriente violenta del cauce de la política del día a día, fluyen mansos los ríos subterráneos del poder. Esa ha sido la clave de la estabilidad social, política y económica del país. El gobierno debe ser generoso y honesto con la oposición y no intentar atropellarla ni imponer sus medidas como panacea, por lo que debe acudir con la humildad de quien va escuchar… y a rectificar, si así fuera necesario. La oposición, por su parte, debe participar, sumar y aportar, haciendo valer su condición de iguales frente a un desafío nacional que supera el horizonte de cualquier gobierno.
Parafraseando a Dantón, más que audacia, hará falta ¡Grandeza, más grandeza y siempre grandeza, para salvar la patria!
Fuente: Listín Diario